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Aquel café
Capitulo I
Me despedía de todos , cuando en ese momento sonó mi móvil. -Hola! ya aparque al cruzar la calle, te espero- Me dijo Joaquín. Tomaba café con mis antiguos jefes, me despedí, cogí mi bolso y baje por el ascensor, caminé por el lobby hasta llegar a la puerta, me detuve, a ver las nubes y me dije; llueve.
Entonces salí, andando calle abajo, buscaba las cornisas de los edificios, para que me cubrieran de la lluvia al andar. Crucé la calle, y caminando por la acera, hacia mi, ahí estaba puntualmente Joaquín, con su sonrisa. Nos fuimos juntos a disfrutar de un buen café.
-Yo pago mi café-, le dije, cuando esperábamos en la caja de aquel cafetín, -Estoy acostumbrada a pagar mis cosas. -Vale- me respondió, al ver la determinación con que se lo expresé. Eran ya tantos años que yo misma pagaba cada gasto en mi vida cotidiana, veinte años habían pasado desde que me gradué y trabajé siempre como profesora, una o dos veces mi hermano o mi madre me habrían sacado de algún apuro económico, pero en sí, era yo quien sufragaba todos mis gastos. Tan acostumbrada estaba a mi independencia, que no dejaba espacio a las invitaciones.
Una taza de café inmensa -pensé-, pero así suelen ser las tazas de café de Starbuks, quise sentarme en los sillones de fuera, tan cómodos, y hablar hasta terminar el café.
Era la primera vez que visitaba Rivas, a pesar de estar medianamente cerca de Madrid, yo normalmente pasaba mis días entre el Barrio de Salamanca y Delicias, en ese entonces. Fue tiempo después que fuí a vivir a Valdemoro, en un sitio que tenia muchos árboles y por la ventana del comedor veía el bello paisaje del atardecer.
Hablamos de tantas cosas Joaquín y yo esa vez, que el tiempo pasó volando, y un café fue tan poco, para tanto que decir, que hubieron muchos más cafés con el transcurrir de los días, y poco a poco fueron convirtiéndose en años.
Cómo quieres el café amor? lo preparo con cafeína o sin cafeína?
La pregunta que al paso de los años, se volvió habitual entre nosotros, cada día al disfrutar de un café desde la terraza de casa, viendo el hermoso paisaje del atardecer. Un día, durante la baja por paternidad, de nuestro primer hijo, cuando Joaquín en casa estaba haciendo la reforma de la encimera de la cocina, se me ocurrió una idea, hacer un bar de café en casa.
-Amor, sabes que se me ha ocurrido, ven… ven amor… mira, aquí, en este espacio, un Bar de Café! – Le dije entusiasmada, como la foto que te envié a tu whatsapp, cuando la veas, me dices que te parece. Tenía yo una sonrisa de oreja a oreja, porque en mi mente, me imaginaba lo guay que seria para todos en casa, tener en un mismo lugar todo lo que necesitábamos para beber ya el tradicional café del desayuno y de la merienda.
-Que te parece si entonces hago varios estantes de madera, ya tu me dices a que distancia cada uno, para que instales ahi el Bar que quieres- me dijo Joaquín. Mis ojos brillaron de felicidad, siempre había querido un mismo sitio para colocar todas nuestras cafeteras, chocolates y café.
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Zoila
Capitulo X
Entonces me dijo mi abuela, -Mija, ya estamos en diciembre mes de la Virgen, el nueve es la procesión de todas las virgencitas que han peregrinado durante el año por las casas de Villa Nueva, y se reunen ya entrada la noche, y parte de la madrugada; en el atrio de la iglésia, hay misa en su honor. Hay quema del castillo gigante de luces pirotecnicas, se hace tambien el baile del torito, para celebrar el día de nuestra patrona- Que bonito abuela,le dije, me voy con Usted? -Si a decirte que fueramos venía- me respondio con una sonrisa. -Hay que buscar las cosas de Dios mija- Me aconsejo.
Contaba yo con veitidos años, cuando mi abuela Zoila y yo, en mil novecientos noventa y ocho, ibamos y veniamos de las novenas a la Virgen, por las casas vecinas del Barrio. En ese entonces impartía yo clases en el colegio Católico, para niñas y señoritas, Bethania, allá en la zona quince. Regresaba de mi trabajo a casa, sobre las tres de la tarde, y después de agendar mi día siguiente, al caer la tarde, mi abuela se ponía guapa como siempre, yo me alistaba también y juntas nos ibamos a el reso de la Virgen, que estaba en una casa cerca de la casa de mi Abuela.
En ese entonces, vivimos una temporada en casa de mi abuela, mi madre, mi hermano, mi hermanita y yo. Yo he vivido entre la Ciudad, en la zona 1 y Villa Nueva, muchos años de mi vida. Hoy veo por mi ventana, los bellos olivos de Campo Real, en Madrid, mientras escribo. Una taza de café es mi fiel compañera, cuando mi mente remonta el vuelo, y mi corazón dirigen mis pensamientos, que mis manos plasman sobre el teclado, para quedar guardados en los archivos del recuerdo.-Buenas noches- dijo mi abuela, saludando a todos al entrar a la casa donde estaba el altar de la Virgen. – Hola Doña Zoilita, le dijo la dueña de casa, ya casi empesamos el Rosario, estamos esperando a más personas, quiere un poco de ponche caliente? – -No gracias, después del rosario, respodió mi abuela. Ella es mi nieta – Presentandome ante su vecina, -Que alegre que seamos más para el reso- respondió la vecina.
Inició el Rosario y todos a una voz respondiamos, cuando terminamos de resar, en la mesa que estaba servida tipo bufet, habian panes con frijol, y con jamón. De beber no podia faltar el delicioso y caliente ponche navideño, para el frío de diciembre. Las personas hablaban y disfrutaban el agape, tanto como del reso, algunos niños corrian entre las sillas, jugando y sonriendo. Aquella anfitriona se había esmerado en decorar el altar de la Virgen, con muchas flores y adornos de papel cortado, candelas y habia en una esquina del altar incienso encendido, que llenaba el ambiente de su delicioso aroma, mezclandose con el aroma a canela del ponche caliente. La Virgen en el centro del Altar, con su mirada amorosa. Mi abuelita Sentada casi al lado del altar bebiendo su ponche, con su falda blanca y su blusa de cuello alto de manga larga, su pelo corto rizado, sonriendo y charlando a la vez, minetras yo al lado de ella observaba mi alrededorel reso, siempre la vi alegre, compartiendo con todos.
Entrada la noche mi abuela y yo, nos despedíamos del rezo y enfilábamos el regreso a casa. En el camino mi abuela me contaba muchas anécdotas, consejos. -Pues mira mija, lo primero que hay que hacer al levantarse el domingo, es alistarse para ir a misa, a primera hora, tu que eres joven y tienes la energía, no olvides que también hay que alimentar el espíritu. Tenemos la bendición de que la iglesia esté cerca de casa- Yo desde ese entonces, los domingos por la mañana acudí a misa en la Parroquia de la Virgen de Concepción sin falta alguna, durante todo el tiempo que viví en Villa Nueva, aprendí mucho de las homilías, y después de misa regresaba a casa a preparar mi Lunes.