Zoila

Entonces me dijo mi abuela, -Mija, ya estamos en diciembre mes de la Virgen, el nueve es la procesión de las virgencitas que han peregrinado durante todo el año por las casas de Villa Nueva, y se reúnen ya entrada la noche. En el atrio de la iglesia, hay misa en su honor. Quema del castillo gigante de luces pirotécnicas, se hace también el baile del torito, para celebrar el día de nuestra patrona- Que bonito abuela- le dije, me voy con Usted? pregunté, -Si a decirte que fuéramos venía- me respondió con una sonrisa. -Hay que buscar las cosas de Dios mija- Me aconsejó

Contaba yo con veintidós años, cuando mi abuela Zoila y yo, en mil novecientos noventa y ocho, íbamos y venimos de las novenas a la Virgen, por las casas vecinas del Barrio. En ese entonces impartía yo clases en el colegio para niñas y señoritas, Bethania, allá en la zona quince. Regresaba de mi trabajo a casa, sobre las tres de la tarde, y después de agendar mi día siguiente, al caer la tarde, mi abuela se ponía guapa como siempre, yo me alistaba también y juntas nos íbamos a el reso de la Virgen, que estaba en una casa cerca de la casa de mi Abuela.
En ese entonces, vivimos una temporada en casa de mi abuela, mi madre, mi hermano, mi hermanita y yo. Yo he vivido entre la Ciudad, en la zona 1 y Villa Nueva, muchos años de mi vida. Hoy veo por mi ventana, los bellos olivos de Campo Real, en Madrid, mientras escribo. Una taza de café es mi fiel compañera, cuando mi mente remonta el vuelo, y mi corazón dirigen mis pensamientos, que mis manos plasman sobre el teclado, para quedar guardados en los archivos del recuerdo.

-Buenas noches- dijo mi abuela, saludando a todos al entrar a la casa donde estaba el altar de la Virgen. – Hola Doña Zoilita, le dijo la dueña de casa, ya casi empezamos el Rosario, estamos esperando a más personas, quiere un poco de ponche caliente? – -No gracias, después del rosario, respondió mi abuela. Ella es mi nieta – presentándome ante su vecina, -Que alegre que seamos más para el reso- respondió la vecina.

Inició el Rosario y todos a una voz respondíamos, cuando terminamos de resar, en la mesa que estaba servida tipo bufet, habían panes con frijol, y con jamón. De beber no podía faltar el delicioso y caliente ponche navideño, para el frío de diciembre. Las personas hablaban y disfrutaban el ágape, tanto como del reso, algunos niños corrían entre las sillas, jugando y sonriendo. Aquella anfitriona se había esmerado en decorar el altar de la Virgen, con muchas flores y adornos de papel cortado, candelas y había en una esquina del altar incienso encendido, que llenaba el ambiente de su delicioso aroma, mezclándose con el aroma a canela del ponche caliente. La Virgen en el centro del Altar, con su mirada amorosa. Mi abuelita Sentada casi al lado del altar bebiendo su ponche, con su falda blanca y su blusa de cuello alto de manga larga, su pelo corto rizado, sonriendo y charlando a la vez, mientras yo al lado de ella observaba mi alrededor, siempre la vi alegre, compartiendo con todos.

Entrada la noche mi abuela y yo, nos despedíamos del rezo y enfilábamos el regreso a casa. En el camino mi abuela me contaba muchas anécdotas, consejos. -Pues mira mija, lo primero que hay que hacer al levantarse el domingo, es alistarse para ir a misa, a primera hora, tu que eres joven y tienes la energía, no olvides que también hay que alimentar el espíritu. Tenemos la bendición de que la iglesia esté cerca de casa- Yo desde ese entonces, los domingos por la mañana acudí a misa en la Parroquia de la Virgen de Concepción sin falta alguna, durante todo el tiempo que viví en Villa Nueva, aprendí mucho de las homilías, y después de misa regresaba a casa a preparar mi Lunes.